JACINTO CONVIT: DE “CABO BLANCO” A LA ETERNIDAD.
El impactante sufrimiento en el
alma de aquel inquieto muchacho aprendiz, en víspera, de Hombre, de Médico… de Sabio, fue desgarrador
y determinante; se encendió para siempre en él, una llama, luego hoguera de amor, mezcla de
iracunda y obstinada entrega al estudio y la lucha sin cuartel, con absoluto
desprendimiento, por el bienestar y curación de quien sufría el inminente final
ante una abominable enfermedad objetos del desprecio, execración, la soledad y el abandono aterrador.
Leproscomio de Cabo
Blanco, antesala al Infierno.
“La lepra no
tenía cura. A la gente la cazaban en la calle. Nadie se preguntaba qué pasaría
con el alma de aquellas personas, con sus familias. Los hospitalizaban tan sólo
por sospechar que padecían la enfermedad. Se tapaban los espejos, como si el
reflejo del mal fuese a contaminar hasta las sombras. Era un desastre”. (…) “…los tomaban del interior del país, los
metían en un camión y los llevaban a las leproserías... los embarcaban en una goleta llamada “El Cisne”
que venía y tardaba como 15 días. Así era la situación de difícil, que yo una
noche recibí una persona maniatada con cadenas, lo traían de Oriente en un camión
custodiado con gente armada, un pobre hombre que lo único que tenía era que
había sido infectado con lepra” 1.
Transcurría el año 1937 y el
estudiante de medicina, a instancias de su mentor Dr. Martín Vegas, quien le
impartía clases de dermatología en la Facultad de Medicina de la Universidad
Central de Venezuela, visita aquella “cárcel
que había que destruir” y que desde el 1938, ya como Médico Residente, se
instituyó en su espíritu como Universidad definitiva y eterna.
Cabo Blanco, era una inmensa
casona, construida e inaugurada en Mayo del 1906, por Cipriano Castro, en el
otrora Departamento Vargas cerca de la capital de Venezuela. Estaba ubicada en
parte de lo que hoy es la pista del Aeropuerto
de Maiquetía. Allí labora hasta 1943 alternando la dolorosa y angustiante
atención al leproso con la Dirección ad Honorem de la Cruz Roja (Seccional La
Guaira), la consulta de enfermedades de
la piel del Dispensario Central, perteneciente a la escuela de Venereología,
ubicado de Conde a Piñango (Caracas) y su especialización (25 de junio de 1940)
en Medicina Interna, enfermedades de la piel.
La Luz del Mundo
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal
se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser
echada fuera y hollada por los hombres.
Vosotros sois la
luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende
una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a
todos los que están en casa.
Así alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. (Mateo 5: 13-16)
En 1942, junto a José Sánchez
Covisa, Martín Vegas, Juan di Prisco y otros eminentes dermatólogos, funda la
Sociedad Venezolana de Dermatología y Venerología. Siendo electo como su primer Presidente. E inicia el periplo instrucciónal
más allá de su frontera patria.
Durante los años 1944 y 45 viaja a los Estados
Unidos para estudiar en la Unidad de Cáncer y Piel de la Universidad de
Columbia y en la Universidad Western Reserve (Cleveland, Ohio).
Ese 1945, es enviado por el
Ministerio de Sanidad al Brasil, para observar los servicios antileprosos de
ese país, y es nombrado a su regreso director de las leproserías nacionales,
cargo que desempeñó hasta 1946. Fue el primer director de la División de lepra
del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social desde su fundación, el 1 de julio
de 1946, y desde este cargo dio un vertiginoso impulso a la lucha antileprosa
en Venezuela, a través de la creación de 20 servicios antileprosos y 171
dispensarios. En 1958 es nombrado Jefe del Servicio de Dermatología, y tres
años más tarde, en abril de 1961, recibe la Orden del Libertador en el grado de
Comendador y la Medalla Cultura Gaspar Vianna, conferida por el Ministerio de
Salud del Brasil, en ese Agosto. Diez años después, desde 1971 hasta el
presente, como premio a la constancia, es nombrado Director del Centro
Colaborador para Referencia e Investigación en Identificación Histológica y
Clasificación de la Lepra de la Organización Mundial de la Salud. (OMS)
En 1972 crea el Instituto
Nacional de Dermatología. Cuyas actividades
armoniza con el Departamento Sanitario,
la Cátedra de Clínica Dermatológica y el Servicio de Dermatología del Hospital
Vargas.
En 1984 el Instituto Nacional de
Dermatología cambia su nombre por el de Instituto de Bio-Medicina; sus
actividades traspasan las fronteras de la Dermatología. El instituto de
Bio-Medicina recibe becarios enviados por la OMS/OPS provenientes de América,
África y Asia.
En 1971 Convit es nombrado por la
OMS Director del Centro Cooperativo para el estudio Histológico y Clasificación
de la Lepra, Dirección que continúa desempeñando.
En 1968 es nombrado Presidente de la Asociación Internacional de la Lepra (ILA)
y reelecto en 1973. Ese 1968 fue designado Presidente de la International
Journal of Leprosy Corporation.
En 1976 fue electo Director del Centro Panamericano de Investigación y
Adiestramiento en Lepra y Enfermedades Tropicales.
Ha recibido el Premio José Gregorio Hernández
(1955 y 1980), Premio Martín Vegas (1960), La Sociedad Venezolana de
Microbiología le concede el Premio "Luis Daniel Beauperthuy" el día 6
de noviembre de 1972. Orden 27 de Junio de la UCV (1976), Orden Francisco de
Miranda (1980), título Doctor Honoris Causa otorgado por las Universidades
Santa María (1981), Francisco de Miranda (1982), Nacional Abierta (1982) y Universidad
de Los Andes (1586); Medalla Federación
Médica Venezolana (1987), Medalla "Salud para todos en el año 2000"
otorgado por la OMS-OPS (1988). Es Individuo de Número (Sillón No. XXXI ) de la
Academia Nacional de Medicina (1990); ganó el Premio Nacional a la Creatividad y a
la Inventiva durante el Primer Salón Nacional de los Inventos y
Descubrimientos, Eureka (1990) y la Orden del Libertador (1993). El 21 de
febrero de 1991 recibe un merecido homenaje por parte del Congreso Nacional de
Venezuela. También fue Miembro del Sistema de Promoción del Investigador en la
categoría de Emérito (1994). En el año 2000 recibió la medalla "Salud para
todos”, de la Organización Panamericana de la Salud y el premio Príncipe de
Asturias. Recibe la Medalla Naval Almirante Luis Brión en una Única Clase y en
el 2010 el Premio a la Excelencia científica, por el Premio Municipal de
Ciencia, Tecnología e Innovación, Dr. Humberto Fernández Morán, realizado por
el Concejo del Municipio Libertador.2
Jacinto Convit ha hecho aportes
de gran relevancia, no sólo en lepra sino en otras patologías como la
leishmaniasis visceral y cutáneas, la oncocercosis y las micosis humanas. Sus
estudios abarcan los aspectos clínicos epidemiológicos, terapéuticos y de prevención
y control de estas enfermedades. Una de
las contribuciones que le ha dado más relieve internacional es el desarrollo de
un modelo de vacunación contra la lepra. Demuestra por primera vez que una
mezcla de Mycobacterium leprae con BCG producía una lisis total del agente de
la lepra cuando era inyectado en pacientes lepromatosos.
Como reconocimiento a su labor fue
postulado en 1988 al Premio Nobel de Medicina.
Ahora Contra El Cáncer.
"El
premio Nobel no me quita el sueño, la cura contra el cáncer sí"
“la
mutación es la que provoca la recaída más adelante en el paciente, al combinar
un gramo de células cancerígenas que tan sólo tienen si acaso el costo de 5
dólares, el paciente desarrolla una mejoría en su propio organismo por la
producción de anticuerpos que destruyen las células cancerígenas” (…) “como
esta vacuna no hay ninguna, en el país no es frecuente la producción de
vacunas, somos más bien quienes las recibimos de otros países”. 3
De
esta manera el Director del área de Biomedicina del Hospital Vargas, Jacinto Convit,
informó para el mes de Junio del 2010, que desde hacia tres años anteriores
venía desarrollando una vacuna para curar el cáncer de mama, de estómago y de
colon que “se caracteriza por ser una autovacuna, ya que se formula a partir de
las células tumorales del mismo paciente. Para elaborarla, se requiere de 1
gramo de las células tumorales, las cuales se combinan con el producto conocido
como BCG, que ha sido ampliamente utilizado en la lucha contra la tuberculosis
y la lepra, durante varias décadas, con muy buenos resultados, así como también
ha sido utilizado en cáncer de vejiga y como adyuvante en la inmunoterapia de
la Leishmaniasis. Igualmente, se combina con la acción de la formalina,
basándonos en estudios realizados por un grupo de investigadores en los Estados
Unidos, contra el ántrax.” Refirió que
la vacuna ha sido aplicada en 20 personas y que sólo dos no han dado resultados
positivos, porque uno era un paciente diabético y el otro se había aplicado
quimioterapia. “Es fundamental resaltar que esta vacuna contra el cáncer es
curativa y no preventiva” 4
“La Pastora”, una Cuna de Leyenda
De
su infancia en la apacible parroquia” (…) “al cobijo del cerro El Ávila,
atesora dos imágenes. La primera de ellas: la Tía Teté, Enriqueta Callejas,
quien vivía con la familia, y que a decir de un Convit que se torna
melancólico, “era un ser de esos que forma parte de la historia que pasó y no
se volverá a repetir”.
La
otra remite a la miles de mariposas que bajaban de la montaña e inundaban las
calles con su aleteo amarillo, y con las que se entretenía, especialmente en
las vacaciones escolares. “…¡Eso sí era una belleza. Era la vida y punto!.
Nosotros las cazábamos con unas mallitas improvisadas. Con los años, leí a García
Márquez, ‘Cien años de soledad’ estaba cogiendo fama. Cuando leí lo de las
flores amarillas, dije: ¡Hum!, éste como que vivió en La Pastora!” Melanny
Hernández R. 2
La
Parroquia La Pastora es una de las 32 parroquias
que forman parte de Caracas y una de las 22 que se encuentran dentro del Municipio Libertador. Está
ubicada al noroeste del centro histórico de la ciudad en el Municipio
Libertador. Limita al norte con el Parque Nacional El Ávila; al sur con las
parroquias Altagracia y 23 de enero; al este con
la Parroquia Altagracia; y al oeste limita con la Parroquia Sucre.
Es
una de las parroquias más emblemáticas de Caracas, con una ubicación geográfica
privilegiada que la hizo ser considerada como la entrada y la salida de la
ciudad y durante siglos fue el paso obligatorio de quienes visitaban Caracas. Es
el lugar donde el doctor José Gregorio Hernández murió atropellado por el único
carro que existía para aquel entonces. Igualmente, allí nació el primer campeón
de Boxeo del país Carlos, “El Morocho Hernández”, el astro del baloncesto
venezolano Carl Herrera, y Jacinto
Convit,
Jacinto
Convit García, hijo de Francisco Convit y Martí, inmigrante catalán, y de Flora
García Marrero, venezolana, nació en Caracas el 11 de septiembre de 1913, y
tiene cuatro hermanos: Miguel Ángel, Reinaldo, René y Rafael.
Sus
estudios de secundaria los realizó en el Liceo Andrés Bello, donde tuvo el
privilegio de recibir clases del escritor Rómulo Gallegos y de Pedro Arnal.
…
Y se hizo eterna y prolífica su Luz!
“Al verlo caminar
por los pasillos del Instituto de Biomedicina de Caracas y de la Universidad
Central de Venezuela (U.C.V.), con su paso lento pero firme, de inmediato se
piensa que, ciertamente, “nadie sejubila de una forma de vivir”. Jacinto Convit
ha dedicado casi 70 años de su vida a la investigación y al trabajo constante
para hacer de la medicina, más que una rama del saber humano, una vía para dignificar
la vida de quienes padecen alguna enfermedad.” Melanny
Hernández R.2
“Uno trabaja para la gente que
sufre, que no tiene dinero no hay nada más precioso que ver que la enfermedad
se cura, el médico no debe enriquecerse con esta carrera, venimos a salvar
vidas, esa es la paga más invaluable del mundo” J. Convit 3
Convit
rechaza que lo tilden de genio y señala que nunca ha trabajado en la medicina
privada, pues su objetivo ha sido únicamente curar a la gente. Igualmente, se
mostró agradecido con la propuesta de que lo postulen para el premio Nobel,
aunque resaltó que su trabajo diario es su única satisfacción.
Una carta del Dr. Convit:
Creo
en la juventud
Encontrar
en la vida un deseo, una pasión para vivir, es un impulso fundamental.
Uno
nunca puede pensar en el futuro si no trae la historia. La historia enseña
mucho, cómo comenzó, cómo se desarrolló. Se hace camino al andar.
La
Leprosería de Cabo Blanco, en Maiquetía, Venezuela, lugar espantoso donde
predominaba la miseria y el dolor, fue para mí una escuela de bondad. Cuando
estudiante hice una visita a Cabo Blanco. Me impresionó la situación de un
grupo muy grande de pacientes, serían cerca de mil, donde la situación era tan
grave que no tenían ningún tratamiento, estaban execrados, rechazados por una
sociedad profundamente egoísta, incapaz de entender lo que es el dolor humano.
Sentí un gran deseo de trabajar por esa gente, de ver qué podía hacer por
ellos.
Una vez graduado y trabajando en ese lugar, lo primero que hicimos fue estudiar
la posibilidad de desarrollar un tratamiento que curase la enfermedad, que
acabase con las leproserías y con las leyes que obligaban al aislamiento
compulsorio. Ese fue el objetivo.
Con un
grupo de ocho jóvenes estudiantes de medicina, que tendrían para aquella época
alrededor de 22 años y yo, que tenía 24, nos dedicamos con pasión a trabajar
para liberar a un grupo humano que era perseguido por su enfermedad. Con
nuestra vocación y la experiencia de un equipo de excelentes profesionales,
dimos con una solución efectiva.
Con
resultados en mano, nos dirigimos a las autoridades y les dijimos: “miren, se
está cometiendo un error grave al aislar compulsoriamente a estas personas,
separarlos de sus seres queridos crea una gran tragedia en los grupos
familiares y nosotros encontramos una solución”. Lo que teníamos era el deseo
de luchar por la libertad, un derecho al que no se puede renunciar.
El
prejuicio es el elemento más grave y más difícil de combatir. Creo que no se ha
estudiado a fondo y parece que no es un asunto que resuelva la educación. Como
decía Goethe “ser humano es un deber”. El estigma afecta a la sociedad y hace
extremadamente difícil el control de la afección, incide sobre la familia y
sobre el enfermo mismo, quien se esconde para evitar el rechazo. No hay nada
que alivie más a un ser humano de su sufrimiento, que ser liberado de la marca
de un estigma.
Yo
creo que los sentimientos de amor hacia el ser humano van a estimular en él la
vocación de servicio, que no es otra cosa que pura y simplemente un profundo amor
a la vida. El que tenga facilidades para amar a los demás, que lo haga con lo
que disponga. Luchar por la felicidad de los demás, sirve para la evolución de
uno como persona. Dedicarse con ahínco a tratar de mejorar la situación del
prójimo es fundamental en la vida.
Lo
importante es que la gente progrese, transforme su forma de vida y tenga lo
suficiente para ser feliz, que tenga salud y educación. La sociedad tiene que
comprender que la salud es la base para el progreso.
Para
la evolución es preciso la autonomía, la iniciativa, la disposición para el
esfuerzo, las evaluaciones periódicas para asegurarse de que se está en la vía
correcta. Es necesario impulsar la vida del pueblo para que este tenga la
información suficiente, para que se organice y obtenga los recursos requeridos.
El maestro tiene que aprender, tiene que impulsar la evolución. Los padres y la
organización familiar deben edificar la estructura para el desarrollo de la
persona desde el comienzo de la vida.
Los
hombres de ciencia, los científicos, luchamos contra lo imposible, consagrándonos
a los demás, transitando los posibles caminos para lograr que la vida se
parezca cada vez más a la vida. Cuando tengo un ratico libre, me gusta soñar en
las otras cosas que quisiera hacer por esos otros pacientes cuyas enfermedades
aun siguen sin respuesta alguna. De allí surgió el interés por el modelo de una
inmunoterapia del cáncer, que venimos desarrollando como un estudio que puede
resultar importante.
Hay mucha gente con un lenguaje depresivo, insistiendo en que estamos mal. Creo
que, al contrario, tenemos que formar a los jóvenes con la capacidad de superar
las situaciones, sin importar las dificultades en las que se encuentren. Debe
haber un cambio de actitud. Los hombres aman más el esfuerzo y la producción
hecha por ellos mismos.
Me
gustan los filósofos que hablan del porvenir y de la proyección sobre el futuro
del mundo. Los países se hacen pensando y haciendo. Hay que crear un ambiente
adecuado para el pensamiento. En medio de una batalla campal no se puede
construir una nación. Las naciones se hacen cuando se complementan todos y se
ponen de acuerdo.
Creo
en la sociedad, creo en la juventud, que son los que deben cargar ese peso
importante, hacer un esfuerzo enorme. Nosotros haremos, con el tiempo que nos
queda, todo lo que podamos, pero ellos tienen que hacer esa carrera de relevo.
"En
medio de una batalla campal no se puede construir una nación. Las naciones se
hacen cuando se complementan todos y se ponen de acuerdo"
“Cada
vez que nos lancen una piedra, debemos devolverles una rosa, porque el amor es
el único antídoto del odio.
Jacinto Convit 2
REFERENCIAS.
1. Jacinto Convit: El lado Humano de
la Medicina. Melanny Hernández R. http://caibco.ucv.ve/caibco/vitae/VitaeDieciseis/Personaje/ArchivosPDF/jacintoconvit.pdf